Tormenta oscura III
Suicide
DIARIO
Hace mucho mucho tiempo, recuerdo ser tan infantil e inocente que me daba igual lo que pasara conmigo, ya que creía que el mundo me sonreiría, puesto que yo era el protagonista.
Recuerdo coleccionar pokemones armables, esos que venían en las bolsas de frituras. Recuerdo que mi padre me armo un estante de vidrio solo para colocarlos. Ahora lo miro con desprecio, puesto que era un niño estúpido e iluso en ese entonces.
Era poco antes de que “el evento” ocurriese, quizá nunca me oigan hablar de eso en realidad. Pero supongo que cualquier niño perdería su fe en el mundo si eso ocurriese. En fin, me suicidé innumerables veces desde entonces. Y tras más de 20 chicas que me destrozaron de diferentes maneras e intensidades, puedo decir que sigo sin ser feliz - como es obvio - y que quizá nunca encuentre la felicidad.
Llegado el punto de la chica del kimono y la katana junto con la chica de los unicornios y el algodón de azúcar, decidí - para bien o para mal - romperme para mejorar. A partir de ese momento, cada vez que roce la muerte iba a evolucionar a alguien mucho más fuerte que antes.
La chica del kimono y la katana era especial, ahora es mera grava a la lejanía. La chica de los unicornios y el algodón de azúcar era mi mejor amiga, ahora es un mono que busca su lugar en el mundo. Sea como sea, recuerdo clara y vívidamente haber hecho un trato con Toto-sama poco después del día de los hechos. Ellas están destinadas a perecer.
Vendí mi alma al precio de la venganza, y no podría ser más feliz por eso. Luego de todo, paso que él lo fue atrasando año tras año, hasta que entendí que ellos jamás morirían, si no yo sería el que perecería, ya definitivamente.
Me daba igual la verdad, iba a morir de todas formas. Lo único que me molestaba era que gente como ellas no recibiera su merecido. Y finalmente llego la pandemia.
Decidí vivir para el suicidio, y empecé a romperme cada día con más intensidad. Toto-sama daba igual, también mis padres, y “amigos” que haya tenido. Yo sabía, que nadie le interesaba un carajo si viviese o no. Al final, el único que importaba era yo.
Ya no importaba más, pero cuando creí que ya había llegado a una “felicidad” de mediocridad, ella llegó. La chica rompecorazones.
Tras la caída de lo que creía idóneo, supe que fui un iluso. Me suicidé junto con mis ideales y de allí salió lo que soy ahora. Un Kiyo-pon come satélites.
No me considero una persona fuerte, pese a todo, esperaba que hubiese funcionado. Tal vez, al menos solo un poco. Pero no importa, nunca importo. Es por el hecho, de que yo no soy el protagonista.
La olvidé poco después de eso, por más que hayan pasado unos pocos meses de todo lo ocurrido. Ya no siento tristeza, ni amor, ni felicidad. Solo un sentimiento de estar muerto en perpetuidad. Soy un adicto al suicidio, soy un adicto a morir, y ya nadie me puede salvar.
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Escrito por Reiki Arakawa

