Del caos existencial, una chica que gusta de mí y el silencio de estar solo
Historias cortas, algunas ficción, algunas no lo son...
PERSONALCUENTOS
Cuando era pequeño conocí la aversión por las mujeres, muy paralelamente a lo que un niño de 3-5 años puede creer de su vida. Era una niña de mi edad en mi mismo grado y clase, era obesa y estaba obsesionada conmigo. Desde temprana edad era un ente tímido y por ella no sentía más que aversión.
Mi padre, que no hacía más que empeorar la vida familiar, puso en un altar a la chica sexy, buen culo, buenas tetas y atlética. Yo no entendía el por qué, pero como siempre, el ídolo de cualquier niño es su padre. Así que opte por eso. Ese ideal.
Esa chica, en cambio, era todo menos atractiva en lo que mi memoria cabe recordarla. Recuerdo que un día en el jardín, se sentó sobre mí estómago mientras yo descansaba la vista y me empezó a besar, y manosear.
Quede traumado de ese momento en adelante, y ese suceso marco mi posterior suerte con las mujeres. La próxima en desear algo por mí, la cual correspondí fue la chica del huracán, o la princesa de los huracanes. Pueden llamarla como quieran.
Esa chica clavó el último clavo en mí, ya marcada aversión. "Eran seres cósmicos que devoran tu alma al más mínimo descuido", o al menos esa es la definición que me gusta darle al sexo femenino.
Pese a todo lo anterior, jamás perdí las esperanzas. Y, aunque siempre me identifique con Dazai y Fyodor, no tuve la suerte con las mujeres que ellos tenían. No andaba en líos de faldas, no iba a burdeles, ni me acostaba con Geishas, ni tampoco me trate de suicidar con una. Aunque... la chica del huracán hubiera sido más que feliz de matarse conmigo, y en retrospectiva, yo también.
Pese a todo que la herida más grande de mi vida siga abierta, y que la chica del huracán jamás volverá, trajo consigo la maldición del celibato que prosiguió con la reina de los unicornios y la princesa del kimono y la katana. Seres que actualmente repudio con mi más sentido desprecio. Y, si es que mis deseos se cumplen, llevaran una vida de desgracia en un futuro.
---
Cuando Black Memory llego en 2013, poco después de que la chica del huracán terminara de destrozar (o más bien, destrozáramos ambos) lo poco que quedaba de nuestra relación. Entendí que en esta historia en primera persona, en singular, en este pequeño país tercermundista, no era el protagonista. Y que los protagonistas, usualmente son personas de cuidado, malvadas, desquiciadas y miserables. Cualidades de las cuales solo conservo la última, puesto que soy el más miserable por tener como amigo al heraldo del apocalipsis.
Ser amigo del protagonista del anime de la existencia, capaz de surcar las líneas temporales a su antojo, de ver más allá de lo evidente, de tener los ojos de Dios, de ocasionar un infierno en una parte del mundo sin estar alli presente, el poder del absoluto.
Autoidentificado como Gojo Satoru, Black Memory me dijo que era Suguru Getou, y que mi destino estaba en la eterna maldición de comer y comer maldiciones, hasta finalmente enloquecer y empezar a matar gente, cosa que sinceramente paso de hacer.
---
Hace tiempo en la ansiedad de la mafia de la familia de mi padre, conocí lo que era la maldad. Aunque en ese tiempo me consideraba una persona convenida, posteriormente el cariño de mi madre ahondaría en mi humanidad y, en su defecto, odio hacia toda esa estirpe familiar que recorre mis venas.
Mi padre es una persona no grata para mí, es un simple mono, instintivo e idiota, predecible al minúsculo estimulo. Es por eso que no confió en él, recuerdo de hecho, que en un tiempo Black Memory me hablo del final de Death Note, cuando Matsuda dispara a Light simplemente por comprobar sus sospechas, pese a que era buen amigo de Light. Entendí que no podía fiarme de los monos, puesto que serían los primeros en traicionarme.
Pese a que ni siquiera haya probado el cuchillo y la sensación de que se deslice entre las viseras de una víctima de muerte merecida, aun así los monos están destinados a joder mi vida. Incluso ahora, cuando trato de existir, es como si mi mera presencia sea una molestia para ellos, que en manada buscan erradicar a un simple humano que busca ser libre y feliz.
Felicidad que nunca llegara, y libertad que no me pertenece a mí.

